sacro

GRANADA EN EL DIVÁN es una propuesta teatral y juglaresca, a modo de visita guiada a la ciudad de Granada bajo la perspectiva de la simbología y los enigmas de su historia. Granada posee un patrimonio monumental e histórico de todos conocido. Pero detrás de las evidencias existe otro territorio que permanece oculto, como dormido, y que sin embargo posee un valor incuestionable. Granada fue un laboratorio de ideas, doctrinas y creencias. En su entorno fue gestandose la nueva conciencia castellana, por no decir peninsular española. Granada en el Diván es el paquete, la denominación fundamental bajo la que se irán incrustando todas las piezas de este rompecabezas. Granada posee una historia y un anecdotario tan rico e interesante, que se hace humanamente recomendable no abarcarlo todo de una tacada. La prudencia aconseja afrontarlo por partes. Así que sin saber de antemano el número de -logías en que pudiera llegar a convertirse, comenzaremos por la parte más llamativa y sobresaliente: la Alquímica.

 

Y es que no otra cosa sino alquimia fue el proceso de transmutación que sufrió el orbe granadino todo, del cual sea el nacimiento Sacro-Montano síntesis fecunda y símbolo inefable, que en versos de Góngora

Este monte de cruces coronado,
Cuya siempre dichosa excelsa cumbre
Espira luz y no vomita lumbre,
Etna glorioso, Mongibel sagrado...

transforma el erial en volcán metafórico... para gustoso cosquilleo sotabarba de cristianos viejos.

Aquel siglo y pico de presencia morisca en “rebeldía” vino a inclinar del todo el rumbo del país. El enemigo musulmán se asentó para siempre -al final de sus días peninsulares- en la idiosincrasia hispana y nos dejó una impronta indeleble, destino natural e ineluctable: el ser español por antinomia; el saber y el vivir por fundamental oposición al “otro”; el impulso vital por “reacción contraria”: lugar donde mejor se halló por siempre el espíritu patrio. De vez en cuando algún vendaval avienta los graneros de la ideología y el pensar, pero las raíces tiran mucho y solemos volver a ellas por natural "contra-identidad". Porque quién querría asumir sus raíces moras?
- Qué moros ni polias... (los moriscos tenían especiales dificultades para pronunciar la LL)

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En realidad el españolito medio hereda una dolencia que nació al mundo en brazos de las gestas de ficción liberadora, porque nunca nos parecimos tanto los moros y los cristianos sino en ese batallar constante, donde hallamos “la verdad” moral, religiosa, cultural, económica y emancipadora. Nada más moro que eso -ni nada más cristiano-. Así que el no saber lo que se es, sino por oposición, es la marca de la casa.
Cuando en 1609 cerramos capítulo sajándonos la parte mitad de nosotros mismos, contrarios a toda comunión, ciegos a la realidad más evidente, nos produjimos el peor mal que podíamos infligirnos: la disgregación orgánica, el soterramiento o la deportación de una parte esencial. Clavado para siempre quedó en el obscuro inconsciente colectivo -siguiendo a Jung- esa presencia-hito, ahora como un déficit, una carencia, una ansiedad sin juntura. La pasión morisca que nos invadió después -idealizadora en la distancia- hizo del pasado leyenda y folklorismo.
Sea Granada paradigma del “vivo sin vivir en mí”: desmantelamiento secular de todo vestigio identitario... para finalmente asumir que ha sido imposible vencer a la historia, y que aquí no hay otra que vivir del pasado, y su memoria. Peor condena no tuvo Prometeo.
San Cecilio Ibn Al-Radi Al-Arabí parece que quiso ser lugar de encuentro, sincretismo y espacio de paz, sin resultados. No, al menos, en la dirección esperada, sino exactamente en la contraria. Pero para esto está el teatro: para poder mirar atrás sin “ira”, buscando una sonrisa salvadora y curativa.
He aquí la historia ilustrada de 12 santos sacromontanos, las vicisitudes de quienes los inventaron y plasmaron en los “libros plúmbeos”, y las consecuencias que trajo -para siempre- a la historia y el presente de Granada, en clave juglaresca y alquimista, que la palabra de juglar fue curativa.

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